…que el tapabocas no nos quite la capacidad de expresarnos…
…las consecuencias psicológicas que está sufriendo la población en esta etapa excepcional de pandemia, es muy variada y arrojan datos alarmantes en lo que a salud mental se refiere. Compartimos una misma realidad pero cada uno lo vive dentro de su propia subjetividad de manera diferente, individual. Cada familia, cada individuo, experimenta realidades que se edifican sobre la base de su propia estructura y sistema.
Todo emergió y se hizo notar enormemente. En muchos hogares las dificultades ya existentes, se agudizaron. La vulnerabilidad en los estilos comunicacionales. Las ausencias parentales, esta vez interrumpidas por una emergencia sorpresiva e inevitable, sirvió para estar más presente y acercarse a esos niños que quizá solo veían mientras dormían. En muchos casos los miembros comenzaron a conocerse, a escucharse, aquellas relaciones y charlas que la convivencia esporádica impedía, ahora se hicieron posible, nos relacionamos y de repente estamos todos juntos compartiendo, conociéndonos, aprendiendo de esas dificultades que no se notaban tanto porque estábamos fuera de casa, cuando las ausencias por horarios laborales impedía que nos ocupáramos como deseábamos.
También emergieron conflictos, muchos de los cuales la convivencia cotidiana dejo en evidencia, se hizo oír y no hubo más remedio que atenderlos. Qué bueno si el “darnos cuenta” quizá era lo que nos hacía falta no?. De repente nos encontramos con tapabocas pero sin vendas en los ojos. Vendas emocionales o afectivas. Emociones congeladas por estar ocupados de otras cosasmás “externas”.
Algunos episodios que habían tenido lugar de manera aislada con anterioridad, se asentaron y permanecieron en esta etapa excepcional, reforzándose con el correr de los días… y pasaron muchos días…
Algunos otros síntomas y malestares aparecieron por primera vez en el escenario del encierro. En muchos casos el aislamiento sirvió para unirse como familia y sucedió lo mismo en relación a las parejas. En muchos casos hubo más tiempo para actualizar emociones y hablar de ellas.
Muy variados fueron los síntomas y malestares que inundaron las salas de los consultorios en línea, hubo que forzar la capacidad de adaptarse, todos nos vimos llamados a hacerlo. Hasta los profesionales que no habíamos atendido nunca de manera virtual. Fuimos observando las capacidades adaptativas, o por el contrario los mecanismos rígidos de cada sistema familiar que iba quebrantándose con el pasar de los días hasta estallar.
Mayor irritabilidad. Incertidumbre. Preocupantes niveles de angustia. Desidia. Ansiedad. Aburrimiento. Desorganización general: dificultad en conservar una rutina de actividades, desordenes del sueño, desórdenes alimenticios. Mismo escenario cotidiano. Pérdida laboral y desajuste económico. Tareas escolares. Bombardeo de plataformas virtuales en todas sus variantes. Padres “docentes”.
Una vez más para algunos fue un tiempo de beneficio donde pasar tiempo juntos y compartir lo que hacía tiempo faltaba: charlas, juegos, etc. y donde este tiempo los unió como pareja o familia en sus casos respectivos.
Pero hubo un llamado forzado a la “revisión” de relaciones que quizá no estaban muy atendidas y que venían desajustadas, relaciones disfuncionales, entrecruces y conflictos de convivencia. Ha costado muchísimo establecer nuevas pautas de convivencia y recontratos, tan necesarios en todo vínculo humano. Se han experimentado enfrentamientos familiares de diferente envergadura, en muchos casos llegando a situaciones de violencia severa.
En muchos casos habrá que enfocar la mirada hacia aquello que quizá venía dando vueltas sin tomar un rumbo y llego el momento de atenderlo, en otros casos habrá que poder cooperar en apelar a estrategias de refuerzo para una posible convivencia de la mejor manera que se pueda, respetando las diferencias, donde habrá que renovar contratos. Sera conveniente en estos tiempos disminuir las exigencias allí donde la rigidez se esmeraría en seguir generando malestares, más allá del inherente al encierro y las características antes mencionadas. Poder ser flexibles, empatizar.
Sin duda es un momento que llama a un cambio y evaluar qué es lo que salió más a la luz, cual ha sido mi mayor debilidad, qué hay que atender a nivel familiar, qué observo a mi alrededor? Lo hablo, lo comparto.
Dejo para el final un elemento fundamental: no dejar de ver cuales fueron mis mayor fortalezas y la de cada uno de los miembros de mi familia, tomarse un tiempo para hablar de lo que le pasa a cada uno, qué fue lo que más costó, cuál fue el aprendizaje, con que sentimientos se encontraron, y una vez descubierto abalanzarse hacia aquello que merezca ponderación y reconocimiento porque aquello será lo que también contribuya a la autoestima y nutra a nivel familiar y en relación a la pareja.
Puede no ser todo tan negativo, si aprendemos a encontrar un aprendizaje más allá de la ansiedad y la angustia, aprendizaje que nos permita continuar disfrutando de aquello que registramos y descubrimos como placentero o bien en este registro empezar a trabajar para un cambio, es momento de hacerlo, y es fundamental la ayuda profesional que organice ese cambio y ayude a encaminarlo hacia la via de lo saludable.
Lic. Roxana Bandiera
Psicóloga Clínica Familia y Pareja
M.P.45809
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